Hola, buenas. ¿Qué tal?
Hace bastante tiempo que estoy calladito, tanto en este blog como en La i Crítica, en recitales y demás etcétera. Curiosamente en Youtube y Twitch no me callo aunque eso son sólo gameplays, nada relacionado con lo artístico, literario y/o poético.
Los motivos de mi silencio son tantos que ni yo mismo lo entiendo. Para simplificar muy mucho escribiré que no me siento con ganas de sentarme a teclear en el blog, ni de escribir, tachar, volver a escribir versos en una hoja de papel cualquiera, ni asistir a eventos poéticos a recitar; y precisamente de esto último os quería hablar.
Anoche tuve un sueño. En él estaba en un recital con micro abierto. Yo no iba a participar, estaba malito como estoy ahora (dolor de garganta, de cabeza, tos, moquera) así que sólo estaba de público. Cuando llegó el micro abierto le tocó a alguien, Einer, a uno cualquiera, un habitual de ese tipo de eventos con unos poemas muy malos. Al contrario de lo que ocurre en la realidad (menos mal) en mi sueño hubo gente que se cachondeaba de él, lo mandaba callar o se reían con falsas carcajadas¹. Pedí el micrófono, me lo dieron, me incorporé como pude. Estaba bastante mal, no podía apenas tenerme en pie y apoyé mi peso en el asiento. No recité ningún poema. En su lugar eché un solemne rapapolvo.
En el campo artístico y, en nuestro caso en el poético, siempre vamos a tener "intrusos", gente por un lado con una sobredosis de ego que sólo busca el aplauso fácil o gente que quiere entrar en este mundo pero aún están muy lejos, no sólo por falta de práctica recitando (todos hemos sido novatos) sino sobre todo por falta de lecturas.
A los segundos hay que darles siempre la bienvenida y guiarles. Cada uno de nosotros tendrá un buen consejo para que mejore tanto su forma de recitar como la de escribir. Por mi parte les daría dos consejos:
1. El primer consejo que me dieron era leer, leer, leer, leer y luego escribir. Lo sigo haciendo.
2. El consejo que doy, sacado de mi propia experiencia es: lee y escucha a tus coetáneos. Los clásicos son sólo la base de la pirámide. Comparte versos con los que llevan años en activo y están en tu misma ciudad.
A los primeros, a los del exceso de ego, ignoradlos. ¿Qué no os gusta lo que está recitando? No aplaudáis, no estáis obligados. Yo aplaudo cuando he disfrutado de lo recitado y me cruzo de brazos cuando me causan indiferencia o peor. Las reglas del juego son sencillas: el que quiere atención quiere se hable de él, bien o mal, pero que se hable de él. No se lo concedáis, ni una burla, ni un aplauso, ni una mirada siquiera, que su intervención termine en silencio, en la nada que se han ganado.
Y entonces me desperté. Me alegré de que el comportamiento que vi en el sueño nunca lo veré en la realidad, que la chapa que le di a esa multitud onírica no tendré que soltarla en ningún evento, que los que tienen exceso de ego duran poco, son estrellados fugaces.
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¹. A las pocas horas de despertar me di cuenta de que ese comportamiento deleznable ya lo había visto hace muchos años, en el Teatro Falla. El público increpaba a un cuarteto que fue descalificado al poco rato por saltarse las normas. Aún recuerdo el inmenso asco que me dio aquel "público".
En el campo artístico y, en nuestro caso en el poético, siempre vamos a tener "intrusos", gente por un lado con una sobredosis de ego que sólo busca el aplauso fácil o gente que quiere entrar en este mundo pero aún están muy lejos, no sólo por falta de práctica recitando (todos hemos sido novatos) sino sobre todo por falta de lecturas.
A los segundos hay que darles siempre la bienvenida y guiarles. Cada uno de nosotros tendrá un buen consejo para que mejore tanto su forma de recitar como la de escribir. Por mi parte les daría dos consejos:
1. El primer consejo que me dieron era leer, leer, leer, leer y luego escribir. Lo sigo haciendo.
2. El consejo que doy, sacado de mi propia experiencia es: lee y escucha a tus coetáneos. Los clásicos son sólo la base de la pirámide. Comparte versos con los que llevan años en activo y están en tu misma ciudad.
A los primeros, a los del exceso de ego, ignoradlos. ¿Qué no os gusta lo que está recitando? No aplaudáis, no estáis obligados. Yo aplaudo cuando he disfrutado de lo recitado y me cruzo de brazos cuando me causan indiferencia o peor. Las reglas del juego son sencillas: el que quiere atención quiere se hable de él, bien o mal, pero que se hable de él. No se lo concedáis, ni una burla, ni un aplauso, ni una mirada siquiera, que su intervención termine en silencio, en la nada que se han ganado.
Y entonces me desperté. Me alegré de que el comportamiento que vi en el sueño nunca lo veré en la realidad, que la chapa que le di a esa multitud onírica no tendré que soltarla en ningún evento, que los que tienen exceso de ego duran poco, son estrellados fugaces.
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¹. A las pocas horas de despertar me di cuenta de que ese comportamiento deleznable ya lo había visto hace muchos años, en el Teatro Falla. El público increpaba a un cuarteto que fue descalificado al poco rato por saltarse las normas. Aún recuerdo el inmenso asco que me dio aquel "público".
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